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Marta Besada

Marta Besada

MARTA BESADA (Pontevedra, 1982)

De mi vida lenta

Espacio Galatea

C. la Galatea, 2, 47004 Valladolid

Horario: L-S: 12-14h L-X: 17:30-19:30 J: 19:30 - 21:00 V: 18:30 - 20:30 S: 18:30 - 20:30
https://www.instagram.com/em.besada/

“Hasta ahora, he vivido en cinco ciudades, todas ellas muy diversas entre sí. Su clima, su paisaje, lengua, luz, ritmo... Muchas veces sabía que mi estancia tenía una fecha de caducidad muy limitada, por lo que no vivía en dicha ciudad, sino que la devoraba, engullía su información, puntos de interés, desplazamientos, tiempos de recorrido... Llevo unos meses en una nueva ciudad; Valladolid. En principio, sin fecha de vuelta. Recordando cómo he vivido cada ciudad anteriormente, he frenado en seco mis pies y mi mente para buscar historias de una vida lenta soñada y escri­ta en mis cuadernos de campo.

No quiero bebérmela de un sorbo. Quiero degustar su paisaje, dibujar sus siluetas en el aire, pasear consciente y aprender de su ritmo. Darle tiempo. Mis obras se desarrollan como un escenario sobre el bastidor; este juega con sus personajes; el color y la luz. Cada obra es una historia vivida o soñada, es el recuerdo de una escena, un acontecimiento, una conversación, un olor, la luz proyectada sobre una calle o las sensaciones buscando algún lugar. ‘De mi vida lenta’ habla del encuentro con un nuevo escenario que se entreteje consciente buscando su propia historia en mi vida. ”

Marta Besada terminó la carrera de Bellas Artes hace tiempo. Salió pintando los paisajes gallegos que tanto conocía y que la vieron crecer. Sus paisajes llegaron a viajar a una pequeña galería en pleno Manhattan (Nueva York) y más tarde a la Pyramide du Louvre en París, siendo esta exposición un pequeño punto de inflexión. Los paisajes desaparecieron de su camino. Años después fue madre, introduciendo sus pinceles y trabajo en el mundo del retrato infantil. Los pinceles dieron paso a los apuntes, a las letras rápidas en cientos de libretas de bolsillo e infinidad de libros. La pintura se fue desvaneciendo de su vida y todo se paró, dando paso a los cuadernos de campo y a la búsqueda de esa buena historia que le hiciese regresar al color. Años más tarde -y cientos de ideas y más libros y apuntes después-, la pintura volvió a entrar en su rutina: “en realidad nunca se había ido de mí, pero sí de mi cotidianidad”. Su vuelta está cargada de historias entre vividas y soñadas, muy diversas ciudades y ese halo literario que siempre impregna su pincel bajo un realismo mágico muy personal.

 

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