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• info • Londres era de madera y por eso ardió.
Londres era de madera y por eso ardió. Tras esto, la nación hizo de la ampliación del comercio del ladrillo una prioridad. Gran parte de ese desarrollo tuvo lugar en pequeños hornos instalados en los patios traseros de aldeas con abundantes fuentes de arcilla. En consecuencia, la producción de ladrillos pasó a ser una habilidad ordinaria de la vida campesina. La diversidad del origen de los barros con que se fabricaban, así como las variopintas prácticas de cocción, produjeron diferentes matices de rojo en las piezas resultantes. En este punto da comienzo el antropomorfismo; el color fue la primera invitación a pensar que los ladrillos poseían cualidades humanas.
Observa Clifton-Taylor que entre los ciudadanos, aquellas viejas mamposterías en las que los tonos rojos viraban al marrón o al negro, se describían como «el erosionado rostro de un anciano».[1]
Así pues, que un terrón de arcilla cocida llegue a contener cualidades humanas de índole ética, como ocurre con la “honestidad” o la “amabilidad” de ciertas paredes de ladrillos, se debe a aquellas deficiencias en la normalización industrial del ladrillo inglés. En sintonía con esa lógica, la exposición cottage kilns es engendrada a modo de horno, como un patio acondicionado a fin de llevar a cabo cierta manufactura anómala del material. Podemos pensar que los usos auténticos de las obras no se sitúen antes de su exposición, sino algo más tarde: durante su trasiego. Conscientes o no, con sus trabajos, Ricardo Suárez, María Tinaut, Andrés Carretero, Alberto Marcos, Magnífico Margarito y Eloy Arribas contribuyen a esto. Sus piezas no tienen porqué ilustrar un patio, aunque lo hagan, no tienen porqué hablar de hornos, aunque se pueda pensar que lo proponen, ni tampoco tienen porqué vincularse necesariamente a Londres, como uno que se detenga en la primera frase podría llegar a pensar que están relatando. Sin embargo,siempre es posible que la negación sólo haya sido otro tipo de provocación, y que realmente sí lo estén haciendo. A estas alturas, resulta incluso bastante probable que ninguno de nosotros haya decidido el nivel de lectura que quiera conceder a sus maneras de aparecer, a modo de sarpullido o de promesa, en el espacio de Pintaderas. Caminando se establece un tipo de relación con el espacio, que pendula entre la violación y el respeto. A través de esto, el entorno se pliega de asombros, y por esa situación es sano concederles ciertos injertos, ciertas cosas rarunas que acostumbramos a llamar obras, y que si uno revisa con atención puede olvidar qué son. Finamente, quién se encuentra a un cuerpo u objeto cuyas cualidades materiales discuten animadamente, agarra un remanente visual; lo disfruta. Entonces, el susodicho, (que podría ser usted mismo) inevitablemente se llevará unos residuos –cierta escolta espectral- de lo que ha visitado. Siéntase bienvenido: calle Platerías 5, Valladolid. Esther Gatón. Valladolid, 2015 [1] Clifron-Taylor, Alec (1987). The Pattern of English Building (p. 232). Londres: Jack Simmons ed.